Tu sed, mi sed
"Estos mensajes han nacido de una profunda contemplación del Evangelio.
Quien lee estas páginas se da cuenta enseguida de la calidad de la inspiración, de la originalidad de pensamiento y de la discreta expresión, sin afanes literarios. La autora se considera al servicio de la Palabra, que para ella es el Esposo. Permanece largo tiempo a sus pies, aguarda pacientemente el soplo de Su Espíritu, medita atentamente detalles que parecen secundarios y emplea giros que tocan el corazón. Sus conferencias no son un dictado de lo alto, ni una demostración de su talento; son una conquista, una ascensión, una conversión de su sed en Su Sed".
Del prólogo del Cardenal Marc Ouellet, Prefecto emérito de la Congregación para los obispos
TU SED, MI SED
Las conferencias que la Madre Verónica ofrece aquí al gran público son como la punta de un majestuoso iceberg que flota sobre el océano. Pero, a diferencia de la imagen dramática utilizada por la Madre en su última conferencia, esa punta oculta no una masa de temible hielo para cualquier navío que se acerque, sino un volumen impresionante de charlas espirituales dadas cada día a sus hijas en el marco de su formación en Iesu Communio.Estos mensajes han nacido de una profunda contemplación del Evangelio, con sabor bíblico y patrístico, y no desprovistos de articulación teológica. En efecto, esta fundadora, portadora de un asombroso carisma, se ha nutrido de san Francisco, santa Clara y san Ireneo, pero también de Hans Urs von Balthasar, Joseph Ratzinger y Juan Pablo II.
Ingresó en el convento de Lerma a los 18 años; gran lectora y autodidacta, se fue formando al hilo de la vida en una época de penuria vocacional. Después de un largo desierto en soledad, siendo maestra de novicias, acoge y forma, secundando la inspiración del Espíritu, a las formandas que la Providencia le envía en gran número. Lo demás es bien conocido, la aprobación pontificia de la nueva fundación en 2010, la expansión en Godella en 2018 y algunas inusuales intervenciones públicas que dan testimonio de una buena nueva: la alegría cristiana brota siempre victoriosa, en un mundo desencantado que padece de nihilismo.
Quien lee estas páginas sin prejuicios se da cuenta enseguida de la calidad de la inspiración, de la originalidad de pensamiento y de la discreta expresión, sin afanes literarios. La autora se considera al servicio de la Palabra, que para ella es el Esposo. Permanece largo tiempo a sus pies, aguarda pacientemente el soplo de Su Espíritu, medita atentamente detalles que parecen secundarios y emplea giros que tocan el corazón. Sus conferencias no son un dictado de lo alto, ni una demostración de su talento; son una conquista, una ascensión, una conversión de su sed en Su Sed. Quienes acojan el Espíritu que de ellas emana se conmoverán e interrogarán, porque encontrarán un eco auténtico de la verdad evangélica tan rara en nuestros días, a pesar de la abundante literatura. Si existe en alguna parte la alegría cristiana, está ahí, dijo un día Von Balthasar a propósito de Ignacio de Antioquía, de Ireneo y de Péguy. Se puede decir lo mismo de estos testimonios escritos que reflejan una alegría cristiana vivida no solo en la hondura del alma, sino también en la comunión de una comunidad habitada por la Palabra hecha carne y por el Espíritu del Resucitado.
Estas conferencias fueron dadas al público por las apremiantes peticiones de diferentes autoridades eclesiales. La Madre Verónica, en general, se consagra plenamente a su propia misión contemplativa y evangelizadora. La misión apostólica de Iesu Communio es característica de la nueva evangelización, un estilo de evangelización por atracción, fundado en la acogida comunitaria en su propia casa, el diálogo y la irradiación de la alegría cristiana que brilla en esta comunidad contemplativa. De los encuentros numerosos y variados surgen conversiones, retornos a la Iglesia, vocaciones sacerdotales y religiosas, familias renovadas. No hay proselitismo ni propaganda mediática ni medias tintas en la disciplina de la vida consagrada, sino una comunión en la que resplandece una presencia de Dios capaz de derretir los corazones helados o de hacer revivir las almas muertas. En definitiva, el árbol se juzga por sus frutos. El mensaje espiritual de esta fundadora florece sobre la tierra de un evangelio vivido y testimoniado en comunión.
Más allá de los temas particulares que se abordan, se desprende una gran esperanza; la esperanza de una renovación de la vida consagrada que tiene su fuente en el Evangelio y en los Padres de la Iglesia, y una revitalización de la fe en el pueblo de Dios al servicio de la conversión misionera enérgicamente querida y promovida por el Papa Francisco. La alegría cristiana, fundada sobre una caridad acrisolada, no se puede extender y comunicar más que desde su lógica interna, trinitaria y nupcial: un desbordamiento de Amor divino-humano que es eclesialmente fecundo, que atrae y empuja con suavidad a la adhesión gracias a la fuerza y la belleza de la comunión. ¡Qué mensaje tan bello para la Iglesia en su búsqueda de la sinodalidad!
Marc Card. Ouellet
Prefecto emérito de la Congregación para los obispos