En ese Niño que contemplamos en Navidad se ha manifestado la omnipotencia de la ternura de Dios. En el cuerpo de un Niño que llora, solloza y gime, en un Niño que es frágil y no un gigante, que no tiene todas las fuerzas del mundo, ha acampado entre nosotros el amor de Dios. En ese Niño recién nacido manifiesta Dios la ternura del Dios eterno.
Usamos cookies de terceros para mejorar la experiencia de navegación y obtener estadísticas anónimas. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies.OKMás información