He aquí el icono de la Navidad:un recién nacido frágil, que las manos de una mujer envuelven con ropas pobres y acuestan en el pesebre. ¿Quién puede pensar que ese pequeño ser humano es el "Hijo del Altísimo"? (Lc 1, 32). Sólo ella, su Madre, conoce la verdad y guarda su misterio. En esta noche también nosotros podemos "pasar" a través de su mirada, para reconocer en este Niño el rostro humano de Dios. También para nosotros, hombres del tercer milenio, es posible encontrar a Cristo y contemplarlo con los ojos de María. La noche de Navidad se convierte así en escuela de fe y vida.
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